En memoria de Gaza es el poema ganador del Segundo accésit del Primer concurso literario de la Flotilla de la Libertad Llaves para un futuro digno, en la versión en castellano.
En memoria de Gaza, de José María Montes Presa, nos ha llegado de tierras asturianas. El jurado decidió otorgar este reconocimiento por ser un “poema espléndido que basa su estructura en una narración que, siendo muy realista, no rehuye dotar al entorno poético de un aura de lirismo y anotaciones muy delicadas y sutiles”.

En memoria de Gaza
De todos los caminos que pasé sólo en este
dejé sobre guijarros la mancha de la sangre.
Sólo en este esperpento de olvidos sin ocaso
me muerden los tobillos millones de cadáveres.
No sé si la conciencia me quema o se envilece,
si las viejas heridas cauterizan el alma,
si la costumbre vence los más firmes principios,
si lo habitual ni asombra ni al horror ya rechaza.
No sé si cada aliento, cada golpe encendido
de aire pastoso y duro que se agosta en la boca,
será un acto reflejo pero ni asco ni pena,
ya como una costumbre de educación devota,
ya como un trago amargo de sabor inusual,
como el vino olvidado con sabor a vinagre,
un proceso muy lógico, una sorpresa simple
de quien a las noticias llega cansado y tarde.
No sé si estos desvelos son adornos morales
para un próximo sueño más firme y más intenso,
un pedazo de ética que está bien a la vista
y adorna y esclarece algunos pensamientos.
No sé con qué materia otros, también humanos,
también con padres, hijos, hermanos y familias,
que también se enamoran y sufren y padecen
y lloran como todos cuando ellos son las víctimas,
no sé con qué materia, repito, construyeron
su posible conciencia, suponiendo que tienen
conciencia como todos, para resistir esto,
este holocausto infame que dicen que protege
su pueblo y les permite poder vivir en paz.
¿En qué paz si no es la de los cementerios?
¿En qué paz si no es el terror destructivo
apoyado en la dura memoria de los muertos?
Habitantes de Gaza, yo lloro con vosotros,
Me duele el desatino brutal que os envuelve
y en una celosía de barrotes políticos,
sin fuerza ya y vencido se me queda la frente,
los ojos ya cerrados de esta vergüenza ajena,
de esta ignorancia incómoda con que nos barnizamos
quienes dormimos siempre en camas confortables
y comemos caliente, y vamos ignorando
-frente al saber incómodo de la verdad más bruta-
una historia lejana de un pueblo hecho pedazos,
donde los niños mueren con los ojos resecos
y los padres los lloran en campos olvidados.